Si “el verbo es inconsciente – o sea, malentendido [1]” como lo enuncia Lacan en una de sus últimas intervenciones titulada El malentendido, esto implica que no todo puede revelarse, que el significante no puede decir todo, que subsiste un resto, que escapa a lo simbólico. La división del sujeto se origina en esa barra entre el significante y el significado, que se debe al hecho de que el hombre habla. Marca la incompletitud del sujeto y lo introduce en la discordia del malentendido, en el país de la lengua. Como lo señala Lacan, “Trauma, no hay otro: el hombre nace malentendido [2]”.
Balbuceos de la lengua
El niño llega en este alboroto de sonidos, sinsentidos y fragmentos de palabras aún inacabados. A partir de los significantes cosidos por la lalengua del Otro, él se construye. Incluso antes de que hable, él ya es hablado, deseado o no. Es acogido por el malentendido del que sus padres mismos provienen, dos seres hablantes que no hablan la misma lengua. El niño entra en una filiación indexada por los significantes de la lengua materna que lo causa, que firma su vínculo de parentesco, autentifica su anuncio de nacimiento; así, es estampado en lugar del Otro. El malentendido nos dice Lacan “ya está antes, en la medida en que, aun antes de este bonito legado, ustedes forman parte, o más bien son parte del parloteo de sus antepasados [3]”.
Embrollo del cuerpo
Esas palabras que el niño recibe de herencia, llevan a veces el escudo del goce sobre el cuerpo. Mordida de la letra que hace surgir lo real en el cuerpo, al punto de convertirlo en el lecho del síntoma. Eso es, nos dice Lacan “lo que [a veces puede explicar] tu malestar que sienten en la piel [4]”. Esta alianza entre lo viviente del cuerpo del niño y la lengua de donde viene, constituye un amarre en el que se arraiga el inconsciente del cual sacará un saber agujereado por el enigma parental que lo deja sin respuesta ante el misterio de su origen, sólo frente a su goce. Para hacer pantalla, el niño teje la tela de su fantasma con el fin de velar lo insoportable de su real donde él mismo puede ocupar ese lugar como un objeto ao síntoma de la verdad de la pareja familiar.
Palabras congeladas
En este lugar, no es lo real de la relación sexual que no existe entre un hombre y una mujer la que se declina, pero en su defecto, la relación simbólica que intenta escribir la familia en lo que se dice entre papá y mamá, donde se lee el poema a veces doloroso del malentendido parental que anima al niño. De ese saber, el niño se hace el testigo, guarda el secreto del no dicho sobre un goce inenarrable del que goza secretamente. Secreto de una palabra congelada que el analista tratará de captar para que, en lo que se calla, pueda revelarse el aspecto fecundo del malentendido.
Aquí está la hazaña del psicoanálisis como nos lo indica Lacan, “es explotar el malentendido [5]” y explorar en la biografía infantil «la manera en que se presentaron los deseos en el padre y en la madre, es decir, en que ellos han efectivamente ofrecido al sujeto el saber, el goce y el objeto a [6]”.
[1] Lacan Jacques, “El malentendido”, En Los Confines Del Seminario, textos establecidos por Jacques-Alain Miller, Paidós, Buenos Aires, 2022, p. 80.
[2] Ibid., p.81
[3] Ibid., p.81
[4] Ibid., p.81
[5] Ibid., p.81
[6] Lacan Jacques, El Seminario, libro 16, De un Otro al otro, texto establecido por Jacques-Alain Miller, Paidós, Buenos Aires, 2008, p. 302.
Traducción: Carolina Vignoli.
Relectura: Fernando Gabriel Centeno