Jugar con fuego [Jouer avec le feu], el último largometraje de Delphine y Muriel Coulin, explora la fragilidad de un padre enfrentado a la traumática muerte de su mujer, al tiempo que pone de relieve su desilusión ante el extremismo radical de su hijo mayor. Mientras que su hijo menor, Louis, comparte sus valores y prospera con prestigiosos estudios en París, Félix, apodado Fus, rechaza los ideales paternos y permanece arraigado en una Mosela devastada por la desindustrialización. Perdido, desorientado desde la muerte de su madre, abandona sus estudios de metalurgia y encuentra refugio en un grupo masculino radical, reflejo de las derivas sociales y políticas contemporáneas.
A pesar de su amor paternal inquebrantable e incondicional, el padre permanece silencioso e impotente ante el odio y el racismo de su hijo hacia los que “no son loreneses”. Jacques-Alain Miller define el racismo moderno como “el odio al goce del Otro. […] Se odia especialmente la manera particular en que el Otro goza [1]”, al tiempo que subraya que “La raíz del racismo, desde esta perspectiva, es el odio al propio goce. No hay otro más que ese. Si el Otro está en mi interior en posición de extimidad, es también mi propio odio [2]”
Impregnado por los mensajes de odio que absorbe y reenvía en las redes sociales, Fus también se siente fascinado por las AMM (Artes Marciales Mixtas) de una violencia sorprendente, un deporte de combate que combina varias disciplinas. Sus lesiones físicas, resultado de peleas callejeras orquestadas por su grupo, alimentan una ira creciente que le conduce inexorablemente hacia lo irreparable.
En 17 chicas [17 filles], su primera película de estética solar y luminosa, las hermanas Coulin abordan ya formas de rebelión juvenil, caracterizadas por elecciones a la vez audaces y radicales. Camille, la heroína, aspira a trascender la imagen de su madre soltera, frágil y egocéntrica. Utiliza su embarazo como medio para subvertir el orden establecido, como la pelota en llamas con la que juega en la playa. Reúne a varias estudiantes en torno a una utopía colectiva, aunque cada una de ellas vive la experiencia de manera singular. Camille encarna una verdadera figura rimbaudiana, portadora de un sueño de exilio y transformación: “A los diecisiete años, no se es serio, se sueña, se tiene una energía loca y nadie puede decir nada al respecto”. Su hermano mayor, Florian, al igual que las dos jóvenes de Ver el mundo [Voir du Pays], su segundo largometraje, se alista en el ejército y parte a la guerra. Esta decisión refleja una necesidad de emanciparse, de escapar de una vida cotidiana opresiva y una voluntad de reinventarse.
Las películas de las hermanas Coulin, atravesadas por una sororidad afirmada y una asumida militancia feminista, invita a reflexionar sobre las fracturas familiares, sociales y las posibles vías para superarlas. A través de sus películas, cuestionan el aislamiento de los jóvenes en una sociedad cada vez más fragmentada, así como las dinámicas comunitarias. Sin embargo, esta búsqueda de pertenencia dentro de grupos parece paradójicamente acentuar la soledad de sus personajes. La trágica travesía de Fus en Jugar con fuego es una conmovedora ilustración de esto, su aislamiento culmina en el encarcelamiento, símbolo definitivo de su fracaso para encontrar un lugar en el seno de su familia y en el mundo.
[1] Miller Jacques-Alain, Extimidad, Paidós, Buenos Aires, 2010, p. 53.
[2] Ibid., p. 55.
Traducción: Fernando Gabriel Centeno
Revisión: Carolina Vignoli