Malestar en la familia, da que hablar. Es como si, luego de haber sacudido las prerrogativas del patriarcado, la palabra, en torno a la familia se hubiera liberado. Se percibe el equívoco. Por un lado, se habla de manera más abierta, ahí donde muchas cosas se callaban, y por otro lado, la palabra se despliega sin el anclaje que le daba su coherencia. Así, los textos que se proponen aquí hablan de eso que de la palabra podía hacer familia y que se encuentra desplegado a partir de los retazos de su propia lalengua, retazos que se emancipan de «lalengua de familia [1]». Si, como Jaques-Alain Miller lo puso de manifiesto, el psicoanálisis ha contribuido mucho a una «familiarización del mundo, como si se hubiera dejado absorber por la neurosis [2]» al recentrarse sobre las relaciones entre padres e hijos, hoy es la dimensión de la «desfamilliarización [3]» la que se pone en primer plano para dar una extensión al hecho de que es una lengua extranjera la que se habla.
Esta extranjeridad no es la de otra lengua, sino la del malentendido que yace en el corazón de los seres humanos por el hecho mismo de ser seres de lenguaje. Son por ello, dependientes de la palabra y de todos los avatares que el inconsciente despliega para cada parlêtre. En principio, es en la lengua propia donde estos avatares existen, pero es fácil comprender que se deslizan subrepticiamente entre dos lenguas, entre dos culturas. Este entre-dos se inmiscuye en la misma familia, convirtiendo a sus miembros en extranjeros. Todo y todos, sobre todo, son cuestionados en derivas donde la imputación de intenciones retorna, como lo muestra uno de los autores, sobre la familia como lugar de perdición, no tanto en su sentido más abyecto como para subrayar que lo que resulta del no-decir es sistemáticamente un decir no.
El secreto toma su lugar. En el descubrimiento freudiano, el secreto se sitúa en el punto donde el psicoanálisis se anuda a lo íntimo de las familias. La familia es el lugar del secreto por excelencia. A veces se trata de un pacto sellado por la generación precedente sobre un punto de la historia familiar del sujeto, que permanece para él no sabida. Para otros, es un hecho, un acontecimiento que ha sido reprimido: una parte de la historia de la familia guardada secreta por el inconsciente. El secreto es un saber aparte, separado. Que llegue a ser sabido por el sujeto, no cambia necesariamente su estatuto: un tesoro de la particularidad de su goce. A pesar de que exige la verdad, el sujeto moderno no puede escapar a ello. Pero, más que un simple desplazamiento del «no quiero saber nada de ello», la verdad que se expresa no deja lugar a dudas, a la altura del goce que esta palabra conlleva.
El secreto mantiene lo posible entreabierto y «el hablador es un hablado [4]». Es una buena noticia si éste quiere saber algo al respecto.
[1] Miller, Jacques-Alain. “Lacan con Joyce”. Introducción a la clínica lacaniana. Conferencias en España. RBA, Barcelona, 2006, p. 496.
[2] Miller, Jacques-Alain. “Cosas de familia en el inconsciente”. Introducción a la clínica lacaniana. Conferencias en España. RBA, Barcelona, 2006, p. 341.
[3] Ibid., p. 342.
[4] Lacan, Jacques. El Seminario, Libro 18, De un discurso que no fuera del semblante, texto establecido por J.-A. Miller. Paidós, Buenos Aires, 2006, p. 72.
Traducción: Micaela FRATTURA
Relectura: Itxaso MURO