Escritores y cineastas han escrito sobre el rechazo a la familia, asociado a un contexto histórico. En el siglo XIX, Jules Vallès escribió El niño [1], habla de las palizas y el acoso vividos. « Mon père peut me faire pleurer et saigner pendant toute ma jeunesse : je lui dois l’obéissance et le respect. Les règles de la vie de famille lui donnent droit de vie et de mort sur moi » [2]. Denunció la tiranía paterna, y en su obra lo íntimo se superpuso a lo político. Tras ser condenado a muerte en rebeldía por su participación en el movimiento libertario de la Comuna de París en 1871, se exilió en Londres. Allí escribió este rechazo a la familia-institución que ejerce un poder arbitrario y violento.
Veinte años más tarde, Gide lanzó un grito – Familles, je vous hais ! [3] – que aún resuena. Como teórico del goce posible [4] – goce de la privación y voluptuosidad resultante de su satisfacción – despotricó contra los «hogares cerrados» y las «puertas cerradas», que supone como «posesiones celosas de la felicidad». No denuncia el castigo infantil, pero se insurge contra esas familias en las que la felicidad se supone egoísta. Estos rechazos son dos formas de ataque a los ideales en su dimensión hipócrita.
De lo íntimo a lo universal, las novelas contemporáneas tienen como telón de fondo la falta de comunicación en el seno de una familia. Como institución social, la familia sigue los cambios de su entorno. Los profundos cambios en las relaciones entre hombres y mujeres y los efectos de la ciencia y la tecnología (anticoncepción, PMA, genética médica) están alterando el corazón mismo del lazo social. El real de la muerte y el de la sexualidad se evocan y entrelazan en los tormentos de la familia.
En Tan sólo el fin del mundo [5], Louis, treintañero, sabe que su muerte es inminente e irreversible. Tras rechazar a su lúgubre familia durante casi quince años, su visita sólo será fugaz. La inhibición y la rivalidad han fijado en silencio sus destinos. Louis encierra en él el peso de su muerte inminente y renuncia a ese «grand et beau cri » [6] que podría haber sido liberador.
Estas variaciones sobre el rechazo de la familia atestiguan la constancia del Malestar en la familia. Pero la familia sólo se descuida o se rechaza por los desacuerdos o, peor aún, por la tiranía y el abuso que perpetúa. Romper con los antepasados o los hermanos no es nada nuevo. Tampoco lo es no querer tener hijos y afirmar esta elección. Sin embargo, el rechazo de su propia estructura, en la que el parentesco es sólo un aspecto, refleja a veces un desafío al orden simbólico. En el siglo XXI está surgiendo el deseo de no tener hijos, con nuevos motivos políticos para quienes toman esta decisión.
Algunos militan en un movimiento llamado « Sin hijos por elección » (Childfree), que se originó en Estados Unidos en los años setenta. Este movimiento «childfree» se da sobre todo en los países económicamente desarrollados y hunde sus raíces en una posición política.
Los ginks [7] – acrónimo de Green Inclination No Kids (compromiso verde = sin hijos) – se consideran activistas medioambientales movidos por una ideología radical de reducción de la población. Su decisión de no tener hijos se basa en publicaciones científicas. Basándose en estas publicaciones, testimonian con angustia del cambio climático global y de las perspectivas para las próximas décadas. Una de estas llamadas ginks resume su postura explicando que fue por «altruismo por [su] hijo no nacido» por lo que tomó esta decisión radical, en nombre del lema: «Si amas a los niños, no los traigas al mundo». Otra militante cita al teórico del colapso que acuñó el neologismo « colapsología » [8] y la angustia asociada a estas predicciones. Otro participante del documental sostiene que «la huella de carbono de un bebé europeo equivale a seiscientos veinte viajes de ida y vuelta entre París y Nueva York en avión». Llama la atención que este cálculo sitúe una vida humana en un registro contable. Se rechaza al niño como producto cuantificable. Esta cuantificacion esta en oposicion directa al deseo.
En estos testimonios acecha una amenaza de colapso y se moviliza una pura cultura de la pulsión de muerte. Se basan en un discurso que afirma la necesidad de una ruptura radical con los viejos modelos, profetizando incluso un colapso generalizado. ¿Es esta falta de voluntad de tener hijos una defensa contra la realidad de una alteración global de la naturaleza y sus consecuencias en el lazo social?
Este discurso hace lazo social y a veces pretende establecer este no-deseo de tener hijos para que se aplique a todo el mundo. Pero sabemos por Lacan que la ley moral no es pura razón. Lo que impulsa estas posiciones radicales es, la mayoría de las veces, una cultura del superyó. El hecho de que el superyó no sea racional sino pulsional nos lleva a suponer que este no-deseo de hijo está motivado por un goce.
En 1967, Lacan señalaba que « la destrucción de un viejo orden social » [9] tendría como consecuencia el auge del imperialismo y la segregación. Reclamar ser ginks no es necesariamente negarse a entrar en el orden simbólico, sino más bien rechazar los efectos sobre lo real inducidos por la alianza del discurso capitalista y el discurso de la ciencia.
En « Los complejos familiares » [10], Lacan también reflexiona sobre el destino de la familia en Occidente. Subraya que la familia no es natural ni biológica, sino un hecho social. En este texto precursor, leemos que la familia evoluciona hacia una reducción a la familia nuclear. Hagamos la hipotesis que la lógica de su anticipación anuncia la pareja sin hijos e, incluso antes, los Uno-todo-solo. Un «hecho social» puede deshacerse.
No obstante, argumentemos que estos rechazos del viejo orden también están despertando la invención en la generación más joven. El amor reinventado adopta muchas formas, como el Bold love, o amor audaz, que se exhibe en las redes sociales. Ni matrimonio, ni hijos, ni cohabitación, se trata de ser felices juntos, pero por separado. ¿Quizás haya aquí una forma de rechazo a estas familias selladas en silencio por graves disfunciones? ¿No será que la audacia que afirman es también una forma de asumir una forma de soledad propia de nuestra época, que Lacan describió como la época del Uno-todo-solo?
[1] Vallès, Jules., El niño. Alianza Editorial, Madrid, 1970.
[2] Ibid.
[3] Gide, André., Los alimentos terrenales. Alianza Editorial, Madrid, 2015.
[4] Ibid.
[5] Lagarce, Jean-Luc, Tan solo el fin del mundo. Editorial Dos Bigotes, Madrid, 2017.
[6] Ibid.
[7] « Ginks : ne pas faire d’enfant, geste écolo ultime ? », Reportage realizado por T. Schlegel y V. Rebeyrotte, France Culture, 14 febrero de 2020, disponible en internet, https://www.radiofrance.fr/franceculture/podcasts/grand-reportage/ginks-ne-pas-faire-d-enfant-geste-ecolo-ultime-4891504.
[8] Cf. Servigne, Pablo y Stevens, Raphaël., Colapsología. Arpa Editores, Barcelona, 2020.
[9] Cf. Lacan, Jacques., « Alocución sobre las psicosis del niño», Otros escritos, Paidós, Buenos Aires, 2012, p. 383.
[10] Lacan, J., « Los complejos familiares en la formación del individuo », Otros escritos, Paidós, Buenos Aires, 2012, p. 33-95.
Traducción : Rosana Montani Sedoud
Relectura : Norma Lafuente Balverdi