“Familia que se las arregla”, tal es el tema de la cuarta rúbrica del blog de PIPOL 12, que estará consagrada principalmente al estudio de nuevas configuraciones familiares, las formas de parentalidad, así como las maneras de hacer pareja. Más que un título llamativo, “Familia que se las arregla” es uno de los significantes que permiten señalar y definir más de cerca a la familia del siglo XXI y el malestar que allí reina.
“Arregla” se emplea aquí como adjetivo y califica el arte de salir adelante improvisando. Éste descompleta “LA familia” y deja entrever que aquella no tiene nada de natural, aún más, que ella sólo es un semblante, sumiso y moldeable al infinito según la ideología dominante de nuestra época, a saber “el Un-dividualismo moderno [1]”.
Louis Dumont (1911-1998) antropólogo francés, regresa a lo largo de su obra sobre el triunfo político y cultural, iniciado en el siglo de las Luces, del valor del individualismo característico de nuestras sociedades modernas, en oposición a las sociedades tradicionales, holistas, fundadas sobre la jerarquización y el grupo. Para los modernos, escribe en Homo hierarchicus, “el ser humano es el hombre ´elemental´, indivisible, bajo la forma de ser biológico al mismo tiempo que sujeto pensante. Cada hombre particular encarna en cierto sentido la Humanidad entera [2]”. A partir de esta última frase, explica Dumont, toman cuerpo los dos grandes ideales de la era moderna: cada hombre debe ser libre y todos los hombres son iguales. El individuo -ahora liberado de toda jerarquización feudal, de la monarquía absoluta y de toda autoridad divina- se puede consagrar sin restricción a su progreso, a su bienestar y a su propio destino. Es el nacimiento, propiamente hablando, del hombre moderno y de la democracia liberal, fundada sobre el individualismo calificado de posesivo, por el pensamiento inglés. La sociedad política, escribe Crawford Brough Macpherson, se volvió “una institución que tiene por objetivo garantizar al individuo el goce de sus derechos naturales, a saber la libertad individual y el derecho a la propiedad [3]”. El individuo es un propietario y sobre todo “su propio propietario [4]”.
La familia del siglo XXI se va a modelar, evolucionar según esta nueva concepción del hombre. En uno de los capítulos de la obra La Democracia en América titulado “De individualismo en países democráticos”, Alexis de Tocqueville explica que la aristocracia había hecho de todos los ciudadanos una larga cadena que remontaba del paisano al rey, mientras que esta democracia rompe esta cadena y pone cada anillo aparte. A partir de este principio discontinuo, desarrolla Tocqueville, en los pueblos democráticos “nuevas familias salen sin cesar de la nada, otras caen en ella a cada instante, y todas las que existen cambian de faz: el hilo de los tiempos se rompe a cada paso y la huella de las generaciones desaparece [5]”. La democracia, agrega, trae sin cesar a cada hombre hacia sí mismo y amenaza encerrarlo entero en la soledad de su propio corazón [6]. Tocqueville evoca así desde mediados de los años 1800 el ascenso de los Unos-todos-solos y la pluralización del que se desprenden modos de vida, maneras de hacer familia.
En su obra, La vida de familia en el siglo XIX, la historiadora Michelle Perrot da cuenta en profundidad las transformaciones internas que afectaron a la familia de esa época. Todos sus miembros están, impactados por esta concepción de “el individuo-en-el mundo”, para retomar una expresión de L. Dumont, propietario de su libertad y de un destino feliz. El niño deviene un individuo de pleno derecho, las mujeres se emancipan cada vez más, los padres son más llamados a ocuparse de la educación. Esa efervescencia de modos de vida y de roles vuelve a la familia más variable y más difusa, como nota M. Perrot. El padre, dice, a mediados de siglo se vuelve “jadeante [7]” Una de las causas principales sigue siendo la impregnación en la vida mundana de los discursos de la ciencia y del capitalismo. M. Perrot, al respecto afirma que el espíritu del capitalismo está ante todo infiltrado en el seno de la familia del siglo XIX, modificando la imagen que ella se daba así misma. “La pequeña empresa familiar” se ha convertido en moneda corriente. En su intervención en el PIPOL 11, Jacques-Alain Miller expuso que el discurso de la ciencia -aquel de las Luces- y el capitalismo habían vaporizado al padre en el transcurso del tiempo. Él precisó que en la actualidad las prácticas, por ejemplo, de fecundación tienen por efecto “irrealizar el estatuto de la parentalidad [8]”. La madre, predijo, será la próxima en ser evaporada.
En su libro, Ser un padre en nuestro mundo neoliberal [9], Michel Vandenbroeck, profesor belga en pedagogía de la familia, muestra los efectos actuales de estos discursos en la parentalidad contemporánea y el malestar que generan. Vandenbroeck hace valer la privatización y la mercantilización actual de la pequeña infancia. El padre consumidor, como él lo nombra, devino un padre aislado, solo, en competencia con otros. Además, fue desalojado de su saber supuesto sobre su hijo en beneficio de un discurso de un apoyo a la parentalidad, compuesta de estudios neurocientíficos y de habilidades comportamentales destinados a evitar toda forma de riesgo, de crisis, y para favorecer una parentalidad positiva. El padre contemporáneo no es más considerado como un ser amante y deseante, sino según su competencia, precisa M. Vandenbroeck, para acumular y aprender sus saberes-hacer. En el seno de esta ideología neoliberal e individualista, el padre, de un lado, es desresponsabilizado subjetivamente y, del otro, es tenido por el único responsable del éxito de sus hijos, de su propia suerte, o de su capital de felicidad. El efecto de esta lógica es la fuente del malestar. Los padres de nuestros días, como ellos suelen decir “se las arreglan”, “tratan de gestionar” esta búsqueda incesante e insaciable de un plus de felicidad, del plus de gozar; y “eso se consume tan bien que eso se consume [10]” -para retomar un dicho de Lacan sobre el capitalismo- que eso puede devenir insoportable, como testimonia la aparición de éste nuevo síntoma: “El burn-out parental”.
El Un-dividualismo contemporáneo tiene como consecuencia revelar abiertamente la ausencia de relación sexual y la primacía del goce solitario. Toda forma de lazo social, familiar o conyugal, es así considerado del lado de la invención, de un decir inventivo frente a un real imposible. Toda la apuesta de esta rúbrica será seguir las maneras singulares en las que los parlêtres hacen familia o pareja, en el momento donde los ideales y los referentes comunes declinan.
[1] Lacan, Jacques. El Seminario, libro 19, …o peor. Paidós, Buenos Aires, 2012, contratapa.
[2] Dumont, L. Homo hierarchicus, Ensayo sobre sistema de castas. Aguilar, Madrid, 1970, p. 13.
[3] Macpherson, C.B. La teoría política del individualismo posesivo: De Hobbes a Locke. Trotta, España, 2005, p. 259.
[4] Ibid., p. 15.
[5] Tocqueville, A. La democracia en América. Tecnos, España, 2010, p. 111.
[6] Ibid., p. 112.
[7] Perrot, M. La vie de famille au XIX e siècle. Seuil, Paris, 2015, p. 66. « La traducción es nuestra ».
[8] Miller, Jacques – Alain. “El padre evaporado”. Revista Lacaniana de Psicoanálisis, La verdad desnuda, N° 35, Grama, 2024, p. 12.
[9] Vandenbroeck, M. Être parent dans notre monde néolibéral, Érès, France, 2024.
[10] Cf. Lacan, J. Discours de Jacques Lacan à l’université́ de Milan le 12 mai 1972, Lacan in Italia 1953-1978. En Italie Lacan. La Salamandra, Milán, 1978, p. 32-55. « La traducción es nuestra ».
Traducción: Cecilia Scovenna. EOL Antena La Pampa.
Relectura: Cristopher Tapia.