Transmisión
La familia ha sido el lugar de inscripción simbólica en la sociedad a través del nombre familiar, significante que ordena a sus miembros en una línea entre pasado y futuro. Al significante del nombre familiar podrán añadirse otros ordenamientos, como se constata cuando entre padres e hijos se sigue una misma línea profesional.
Lacan, en su escrito sobre Los complejos familiares, distinguió a la familia supuestamente natural de la familia como fenómeno de cultura; y distinguió también la herencia biológica de la transmisión que se da en la familia en tanto institución cultural [1]. Esta no naturalidad de la familia y de la herencia, introduce una dificultad con la que el ser hablante se tiene que enfrentar. Los complejos fueron definidos como el aparato simbólico regulador de aquello que no se sometía a leyes instintivas, con la salvedad de que no se trataba tanto de la “respuesta” a ciertas “funciones vitales” sino de su “insuficiencia congénita” [2].
En este marco, la transmisión dependía de lo dicho, pero también de lo reprimido inconsciente, lo no dicho, que se tramaba en los complejos.
Treinta años después, en Nota sobre el niño, Lacan ya había establecido a la familia como la operación del Nombre del Padre sobre el deseo de la madre, operación no sin resto. En esta familia, la transmisión tiene que ver con lo irreductible al orden de las necesidades, que se revela en la verdad de cada pareja parental y que se singulariza en cada niño. La condición de la transmisión da la posibilidad de un deseo no anónimo, en el que la palabra del niño pueda ser incluida.
Podríamos decir que la transmisión es de un nombre, pero que en ese nombre no todo es transmitido. Eso que no pasa con el nombre puede tomar forma a través de la “interdicción” [3] o del secreto familiar, aquello de lo que no se habla, el secreto del goce de los padres que une a la familia [4]. Los complejos de intrusión y de Edipo pondrán en juego ese secreto. Ya Freud destacó que la curiosidad infantil, el interés investigador por saber de qué gozan los padres, es animado por la pulsión agresiva que despierta el nacimiento de un hermano o por la pulsión sexual en el Complejo de Edipo [5].
Como resultado de estas operaciones, lo que se transmite es una identificación y un resto.
Tensiones y choques
Ese resto tomará distintas formas y, especialmente, se revelará en los momentos de crisis.
A nivel familiar, encontramos un ejemplo en la pregunta “¿a quién quieres más?”, tensión de la que Lacan señaló, que no es sino un enmascaramiento imaginario del misterio de la unión o desunión de la pareja parental [6], precisamente.
Otro modo de su manifestación lo observamos en la clínica, cuando algunos padres se dividen entre ejercer su autoridad o evitar cualquier contrariedad, incluso cualquier trauma al niño, mostrándose como su amigo o como un maestro afectuoso. Casos en el que se detecta la dificultad de hacer con el goce en tiempos del “todo educable”.
A nivel social, la tensión está entre ir hacia lo nuevo o volver al paternalismo [7] en la ilusión de que se trataba de un tiempo mejor; es una ilusión que olvida, que del padre se prescindió, creyendo que eliminándolo de la ecuación desaparecería el problema del goce [8], sin poder calcular que por esta vía se elevaría al goce a la condición de agente.
Finalmente, el “choque entre civilizaciones” muestra que la asimilación cultural encuentra puntos inconciliables.
A menudo la dificultad de transmisión se expresa a través de fuertes oposiciones y desacuerdos. Se trata de aquello irresoluble, que puede revelarse bajo la forma de tensiones, que podrían hacer creer en la posibilidad de ser reducidas a un problema con una solución.
En la orientación lacaniana se apunta a lo no educable y no reductible a través de las identificaciones, a lo que no tiene traducción universal y que precisará de arreglos singulares.
Lo que no se transmite
Por tanto, en la operación reguladora que puede ser la institución familiar, un resto no se transmite. El saber que se supone a cada padre no llega a decir cómo se hace con el goce. Para alcanzar ese saber se debe transmitir la castración, margen que permitirá la sintomatización de ese resto.
A lo largo de su enseñanza, Lacan dio vueltas al Complejo de Edipo, mostrando finalmente que se trata de la traducción mítica del desarreglo que el lenguaje introduce en el cuerpo vivo [9]. Que el Edipo revele la castración del padre, pues el padre no tendría el saber sobre el sexo, fue traducido por Lacan con la idea de que el significante introduce una pérdida y con ella la imposibilidad del goce absoluto en lo viviente. La irreductible diferencia pasará de generación en generación, obligando a cada uno de los que en ella habitan a sintomatizarla, a conseguir un apaño singular.
En la actualidad
A la familia patriarcal le ha sucedido la familia diversa que en el marco del discurso capitalista, no puede inscribir la pérdida del lenguaje. A los ordenamientos de antaño se sucede hoy el desorden que parece presidir la organización familiar: parejas abiertas, poliamorosas, maternidad sin padre, hombres que pueden ser madres, padres que son sólo genitores o mujeres que pueden guardar en su vientre al hijo de otra. El secreto del goce ha explotado dando lugar a tantas conjugaciones como el significante pueda inventar. Se dice que no hay secreto. Por el mismo motivo se anima la creencia de que es posible educar el goce y comunicar ese saber sin misterio ni pérdida ¿Qué ocurre entonces con la transmisión?
Si la familia de orden patriarcal se organiza a partir de la castración, determinada por el padre y el misterio que se pone en juego, cuando son la ciencia y el capitalismo los que regulan a la institución familiar [10], su organización lo será bajo la imposibilidad de inscribir la pérdida. La consecuencia es que la diferencia que el goce introduce no se leerá en relación a un deseo, sino por la sospecha de un abuso. Ya no será el deseo expresado en la queja: no me enseñaste del goce, sino que se tratará de la denuncia del goce con un: abusaste de mí. Ya no es el goce de la castración [11] sino la certeza del abuso [12] la que organiza muy a menudo la sexualidad, cuando no hay lugar para la falta.
Preguntas
El misterio y el empuje pulsional animan la curiosidad infantil dando lugar a ficciones que permiten inventar un arreglo alrededor de esa falta. Hoy, cuando el discurso imperante no incluye la falta, ¿cómo se arregla el acceso al goce? ¿quizá el pasaje al acto violento es un intento de solución? Todavía queda un margen ficcional, la queja feminista que hace consistir al padre [13], por ejemplo, procura vías de acceso a la ficción en las que el abuso es lugar de combate y de relato ¿Cómo se presentan estas cuestiones en nuestra clínica?
Finalmente, es obligada la pregunta por cómo influyen en la práctica del analista estos cambios. Miller señala en diversos lugares que el papel del analista no es nunca el de guardián de la realidad social [14], ni del orden público, más bien su función es la de despertar [15].
Lacan ya señaló que el declive del padre está en los fundamentos del psicoanálisis [16], no se trata de algo tan nuevo. Pero Freud más bien deploraba su pérdida [17], allí donde Lacan lo tomó como premisa [18]. Premisa que nos permite leer mejor las consecuencias de este declive en la ordenación familiar y en el goce, consecuencias que no podían ser previstas entonces. Con eso nos tenemos que apañar. Entonces, si consideramos la función del analista en el lugar de semblante de objeto a, se tratará de poder dejar el propio goce y el propio saber aparte, para posibilitar nuevos acomodos e invenciones.
Así, la palabra interpretativa del analista pierde peso; y la necesidad de operar desde la lectura introduciendo el corte y el no-todo, promoviendo un saber de otro orden y preguntas verdaderas, son los modos de reintroducir la pérdida desde la operación de lenguaje que allí se realiza. Se trata de cuestiones vivas de las que podremos seguir hablando y debatiendo en las páginas de este blog y en el próximo Congreso PIPOL12.
[1] Lacan, Jacques. “Los complejos familiares en la formación del individuo”. Otros escritos. Paidós, Buenos Aires, 2012, pp. 33-96.
[2] Ibid., p. 45.
[3] Ibid., p. 58.
[4] Miller, Jacques-Alain. “Cosas de familia en el inconsciente”. Introducción a la clínica lacaniana. Conferencias en España. RBA, Barcelona, 2006, pp. 347-348.
[5] Freud, Sigmund. “Sobre las teorías sexuales infantiles”. Obras Completas. Vol. IX. Amorrortu, Buenos Aires, 1986, pp. 190-191.
[6] Lacan, Jacques. “De una cuestión preliminar a todo tratamiento posible de la psicosis”. Escritos 2. Siglo veintiuno, Madrid, 1995, p. 560.
[7] La autora toma el ejemplo del emperador intentando restaurar la monarquía, señalado por Miller, Jacques-Alain en “Le père devenu vapeur”. Mental. Revue internationale de psychanlyse, Nº 48, 2023, p. 13.
[8] Lacan, Jacques. “Introducción a los Nombres del Padre”. De los Nombres del Padre. Paidós, Buenos Aires, 2005, pp. 65 – 103.
[9] Lacan, Jacques. “Más allá del Complejo de Edipo”. El Seminario, libro 17, El reverso del psicoanálisis. Paidós, Buenos Aires, 1992, pp. 89-149.
[10] Miller, Jacques-Alain. “Le père devenu vapeur”. Mental .Op. cit., p. 13. La autora retoma aquí la idea de la elección del título del apartado “El reverso de la vida contemporánea”. El Seminario, libro 17, El reverso del psicoanálisis, en el que a partir de un lapsus de Lacan, Miller nos dirige a la lectura de Balzac “El reverso de la historia contemporánea” mostrando el nacimiento del capitalismo, allí donde el monarca ya no rige.
[11] Miller, Jacques-Alain. “Cosas de familia en el inconsciente”. Introducción a la clínica lacaniana. Op. cit., p. 344.
[12] Miller, Jacques-Alain. “Le père devenu vapeur”. Mental .Op. cit., p. 14.
[13] Ibid., p. 14.
[14] Miller, Jacques-Alain. “Enfants violents”. Enfants violents. Navarin, Paris, 2019, p. 31.
[15] Miller, Jacques-Alain. “Cosas de familia en el inconsciente”. Introducción a la clínica lacaniana. Op. cit., p. 337.
[16] Lacan, Jacques. “Los complejos familiares en la formación del individuo”. Otros escritos. Op. cit., pp. 71-72.
[17] Miller, Jacques-Alain. “Le père devenu vapeur”. Mental. Op. cit., p. 14.
[18] Lacan, Jacques. “Introducción a los Nombres del Padre”. De los Nombres del Padre. Op. cit., pp. 65-103.