Estamos ya a tan solo unas cuantas semanas del congreso que tendrá lugar exactamente dentro de un mes, y se siente la efervescencia de la colmena que conforman las distintas comisiones de PIPOL 12. Los textos propuestos en su blog Familasí lo atestiguan.
En la segunda parte de « El padre y la madre vaporizados », Katty Langelez-Stevens recuerda primero cómo, tras la vaporización del padre por el capitalismo, la familia se concentró en la pareja madre-hijo, disociándola del conjugo. Pero también retoma, como señaló Jacques-Alain Miller en el congreso PIPOL 11, que después de haber sido un real, la madre misma, debido a los avances de la ciencia, se ha convertido en un semblante. El único real que queda es, desde entonces, el propio niño, objeto a – ¿podríamos decir objeto plus-de-goce ? – en torno al cual se construye la familia.
Eso es lo que decía Lacan, con su estilo inimitable, cuando afirmaba ante su audiencia que el objeto a es lo que todos somos, en tanto abortos de lo que fue, para quienes nos engendraron, causa del deseo [1]. Aún falta que ese deseo sea encarnado para que tenga función de transmisión para el niño. Esto es lo que interroga Ruth Pinkasz al hacer una diferencia radical entre lo que Lacan destacó de un deseo anónimo y su evocación del mantenimiento esencial del misterio, del enigma que preside ese deseo, para que sea la función deseante misma la que sea transmitida.
Así, el niño aún puede ocupar el lugar del síntoma de la verdad de la pareja de sus padres. De no ser así, sometido especialmente a los escrutinios del neurodesarrollo, se convierte en objeto de la ciencia, como lo retoma Carina Arantes Faria a partir de una conferencia de Dominique Carpentier sobre el trabajo en el CPCT-Padres de Rennes. De este modo, queda entregado a la exigencia de un eso funciona, borrando así eso falla.
Lo que hace familia sería una modalidad de goce que se querría compartible, propone D. Carpentier. Pero, hay que reconocer, como lo hace Aurélia Verbecq, debido principalmente a las adicciones en los adolescentes de hoy, que los goces son cada vez más solitarios. Las prácticas de los Unos-todo-solos ponen en acto una ruptura radical con el campo del Otro.
¿Significa esto que es imposible responder al imperativo superyoico del goce? No es esa la posición del psicoanálisis. Su apuesta es ofrecer un camino, para quienes quieran recorrerlo, hacia una invención que permita reconfigurar la relación del parlêtre con lo real que golpea.
Algunos encuentran otras salidas, como el arte. Así, Vanessa Mikowski nos presenta cómo la cineasta Chantal Akerman escribe, apoyándose en lalengua materna, cómo su familia se constituyó en torno a la hendidura de un real, un agujero en su historia de la cual la madre no pudo decirle nada a su hija. Por su parte, el director Hirokazu Kore-eda, como nos indica Isabelle Magne, escenifica en su película Las Buenas estrellas, la invención de una familia de semblante en torno a la irrupción de un bebé marcado por el abandono.
¡Buena lectura y nos vemos en PIPOL!
[1].Cf. Lacan J., El Seminario, libro 17, El Reverso del Psicoanálisis, texto establecido por J.-A. Miller, Buenos Aires, Paidós, 2008, p. 192.
Traducción: Fernando Gabriel CENTENO
Relectura: Cinthya ESTRADA