En el cartel diseñado para nuestro próximo Congreso, Malestar en la familia, podemos percibir el recorte del significante mal-estar, que indica una ruptura que pone de relieve la incomodidad inherente a la estructura misma de la familia.
El mal-estar (mal-aise), considerado no como una simple disfunción sino como un residuo estructurante, resta sin valor aparente – un desecho, un secreto, un corte en la lengua, un peligro. El “aise” (“mal-aise”) designa lo que se encuentra a proximidad [1] y, de hecho, impregna los lazos que los unos y los otros intentan forjar para hacer familia. Todo, en la familia, parece converger en este punto de malestar: desde quien pretende hacer parte de ella hasta quien desea desvincularse, sustraerse o hacerse oír.
Los seis textos de este número dan testimonio de este malestar como agente de una transmisión con múltiples facetas: Eleonora Renna destaca que lo que une (lie-lit) [2] a una familia son los malentendidos de lalengua, esos pequeños fragmentos que se cantan al oído como una melodía familiar. Rosa Godínez muestra que la familia es un lugar donde se expresa el peligro, incluso hasta la locura: una madre con un superyó feroz desencadena una pérdida irreversible. Elisabeth Marion describe cómo un detalle extraído de una foto puede hacer bascular el curso de una vida que solo el psicoanálisis permite retomar desde otro hilo. Claudia Iddan concibe la familia como función de un residuo, en una transmisión singular mediante un ensamblaje de deseos. Cinzia D’Angelis nos invita a cuestionar la función residual de una transmisión basada en una nada, tres veces nada.
La familia, que está en el corazón mismo del tratamiento analítico, opera a partir de residuos, de fragmentos de recuerdos, secretos y restos atemporales. ¿Qué son esos restos que escapan al sentido, sino esos cogollos de lo real que estorban a cada sujeto? Lacan lo formula de manera impactante: “Lo real, ese del que se trata en lo que se llama mi pensamiento, es siempre un fragmento, un cogollo. Ciertamente, es un cogollo en torno del cual el pensamiento teje historias, pero el estigma de este real como tal es no enlazarse con nada. Por lo menos, así es como concibo lo real” [3].
Desde esta perspectiva, el psicoanálisis como tratamiento – tratamiento entendido como la transformación de un estado inicial del residuo a otra forma de residuo [4] – no busca eliminar el malestar, sino servirse de él, operar a partir de ese resto. Permite, a partir del residuo familiar con sus tintes funestos, dibujar un contorno más ligero, desviar el trayecto de esos fragmentos de lo real. Corresponde a cada sujeto inscribir en la contingencia de su propia historia, el estilo de su destino.
¿Un momento tranquilo a la hora del té? ¿Un trayecto en coche, metro o tren? Conéctate al último podcast de PIPOL 12: Hacer familia en la adolescencia, con Philippe Lacadée. Allí escucharán el recorte del significante “des-asimiento”, tal como Freud lo introduce como una operación decisiva de la adolescencia – no sin paradoja.
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[1] Del verbo Adjacere, Bloch, Oscar & von Wartburg, Walther. Diccionario etimológico de la lengua francesa, PUF, París, 2002. En español la referencia etimológica no es la misma.
[2] En español se pierde la homofonía entre lie, 3° pers. sing. del verbo lier, unir y lit, 3° pers. sing. del verbo lire, leer. Lit designa también la cama.
[3] Lacan, Jacques. El Seminario, libro 23, El sinthome, Paidós, Buenos Aires, 2006, p. 121.
[4] Miller, Jacques-Alain. “La matriz del tratamiento del niño del lobo”, Freudiana, no 65, 2012, pp. 39-52.
Traducción: Fernando Gabriel Centeno
Relectura: Itxaso Muro y Micaela Frattura