Al final del Congreso PIPOL 11 sobre la clínica y la crítica del patriarcado, Jacques-Alain Miller emplea el término de “vaporización” primero del padre y luego de la madre. Si bien sitúa la vaporización del padre —y no su evaporación— en un tiempo anterior, anuncia a su vez la vaporización de la madre [1].
¿Por qué entonces la vaporización y no la evaporación?
Si bien la vaporización y la evaporación son fenómenos físicos de transformación de un líquido en gas, no obstante se distinguen. El segundo es un proceso lento y espontáneo, que se produce en la superficie de un líquido. Es un fenómeno natural, mientras que la vaporización implica una intervención voluntaria o intensa. Puede incluir dos fenómenos: la ebullición y la evaporación forzada, cuando se aplica una energía suplementaria (calor, presión, etc.) para acelerar el proceso.
Por otra parte, la vaporización evoca también la acción de dispersar un líquido en finas gotitas.
La vaporización del padre no es, por tanto, un fenómeno natural, y su transformación en finas gotitas puede hacer pensar en la pluralización de los Nombres-del-Padre, siendo el Nombre-del-Padre reducido entonces a finas gotitas. El término “evaporación” es de Lacan, J.-A. Miller prefiere “el padre que se volvió vapor”. Según él, el espíritu de la Ilustración contribuyó a ello, al igual que la decapitación del rey de Francia el 21 de enero de 1793, aunque el padre continuó balbuceando desde ultratumba [2]. A pesar de la redacción del Código Civil por Napoleón en el sentido del reforzamiento del patriarcado, Balzac ya lamentaba en 1842 “la disminución del poder paternal [3]”. J.-A. Miller se pregunta qué ha sustituido al padre en el cenit social. Llega a la conclusión de que es el dinero el que ha venido a este lugar. Así pues, el capitalismo habría acabado con el patriarcado. Después de Napoleón, fue Freud quien también quiso salvar al padre en apuros.“[L]os efectos combinados de la Ilustración y el capitalismo […] han contribuido a reducir, rebajar y finalmente vaporizar al padre […].Desde una perspectiva más amplia, la decadencia del padre se debe al discurso de la ciencia, del que la Ilustración es un efecto [4]”.
Lacan, por su parte, no tenía el fantasma de salvar al padre, y la carta que escribió en su juventud a su padre, explicándole, entre otras cosas, que siempre se negaría a someterse a los argumentos de autoridad lo testimonia [5].
A lo largo de la enseñanza de Lacan, el concepto del Nombre-del-Padre atravesó varias fases. En 1938, en “Los complejos familiares”, Lacan ya señalaba “el declive social de la imago paterna [6]”. En los años cincuenta, el Nombre-del-Padre es una función central de la organización psíquica, es el punto de capitón del Otro del lenguaje. Su introducción representa ya un distanciamiento del mito de Edipo de Freud y una matematización de la figura, que se convierte entonces en una función. En los años sesenta, Lacan introduce una pluralización del concepto. Abandona la idea de un único Nombre-del-Padre para reconocer una pluralidad de funciones paternas. Subraya que la función puede ser encarnada por otras personas distintas de un hombre cercano a la madre. En el Seminario XXIII, Lacan redefine el Nombre-del-Padre a partir de los nudos borromeos. El sinthome es el cuarto anillo que puede mantener unido el nudo si los otros tres no están unidos borromeanamente: puede así reemplazar la función paterna y venir al lugar de ese punto de capitón que permite mantener la estructura. A partir de ahí, la disolución de las figuras patriarcales tradicionales — lo que J.-A. Miller ha llamado la vaporización del padre — nos incita a repensar la construcción y el funcionamiento de la familia contemporánea. La época es entonces la de una desfamiliarización generalizada.
En 1969, en su “Nota sobre el niño”, Lacan indica que la familia conyugal sostiene la función de residuo en la evolución de la sociedad. El residuo sería, pues, sostenido por la pareja. Este residuo es lo que queda después de un proceso, resultado de una transformación simbólica o imaginaria. Esta función de residuo pone en valor lo irreductible de una transmisión de una constitución subjetiva, que implica un deseo que no sea anónimo. Las utopías comunitarias (los falansterios de Charles Fourier en el siglo XIX, los kibutz o los experimentos comunistas soviéticos, etc.) donde el niño es confiado a cuidados iguales para todos por parte de nodrizas o educadores especializados, no funcionan y producen resultados subjetivos desastrosos. Las funciones del padre y de la madre se miden a partir de esta necesidad de transmisión. Del lado de la función de la madre, se trata de proporcionar los cuidados que portan la marca de un interés particularizado, y del lado de la función del padre, se trata de que su nombre sea el vector de una encarnación de la ley en el deseo. El síntoma del niño es entonces una respuesta al síntoma de la estructura familiar. Puede representar la verdad de la pareja, en el mejor de los casos, o bien estar únicamente ligado a la subjetividad de la madre y, en ese caso, estar correlacionado con su fantasma. En este caso, el niño se convierte en el objeto a del fantasma maternal y la función paterna no le permite encontrar una regulación, una limitación del deseo.
Durante la jornada epistémica de la Comisión de organización de PIPOL 12 [7], se destacó una tendencia contemporánea de la familia a reducirse aún más en torno al único núcleo del propio niño.
El resultado de ello es una diversidad aún mayor de las familias actuales: familias homoparentales, familias descompuestas y recompuestas, familias monoparentales, familias paralelas en coparentalidad, etc. Los medios para hacer familia, inventarse una familia, están hoy en día limitados únicamente por la inventiva de los humanos.
[1] Cf. Miller, Jacques-Alain. «Le père devenu vapeur». Mental, Revue International de psychanalyse, n.o 48, París, noviembre 2023, pp. 13-16. [La traducción es nuestra]
[2] Ibid.
[3] Extracto de una dedicatoria de La Rabouilleuse que Balzac dirige a Charles Nodier in Miller, J.-A. La psychanalyse au miroir de Balzac, École de la Cause freudienne, París, 2006. [La traducción es nuestra]
[4] Miller, Jacques-Alain. «Le père devenu vapeur», op. cit., p. 14.
[5] Cf. Lacan, Jacques. Ornicar ? Lacan Redivivus. París, Navarin, 2001, pp. 150-161.
[6] Lacan, Jacques. “Los complejos familiares en la formación del individuo”. Otros escritos, Paidós, Buenos Aires, 2012, pp. 33-96.
[7] Jornada epistémica del 23 noviembre, organizada por la comisión PIPOL 12 en el local de la ACF-Bélgica.
Traducción: Fernando Gabriel Centeno
Relectura: Cristopher Tapia